Los tiempos cambian, pero la rosa permanece. Durante miles de años ha sido cultivada con mimo en todas las culturas y civilizaciones porque una rosa es insustituible como símbolo del amor. En San Valentín, un ramo de rosas rojas, a riesgo de parecer anticuado, es un valor seguro.
Año tras año, cada 14 de febrero, los enamorados de cualquier punto del planeta aprovechan este día para demostrar su amor. Los tiempos cambian, las sociedades se modernizan y los regalos también. Los tradicionales peluches o cartas de amor son sustituidos ahora por relajantes masajes o románticos mensajes de móvil.
Y es que un ramo de rosas es el auténtico símbolo del amor: en las bodas, la novia siempre lleva un ramo de rosas; por otro lado, no hay una manera más sensual de demostrar amor que esparcir pétalos de rosa sobre una cama.
La rosa ha sido utilizada y cultivada desde el principio de los tiempos con cuidado, pues se la identifica como a la flor de la belleza, el amor y la pureza. Su suave y delicado tacto y su refrescante esencia la ha convertido en el tesoro más preciado, ideal para sellar un compromiso.
Doce rosas blancas, rosas, púrpuras, amarillas, azules, e incluso negras son siempre un regalo que no pasa de moda, aunque sin duda alguna, la verdadera protagonista del día de San Valentín sigue siendo la rosa roja.
El color rojo es el tono más cálido de la escala cromática, es el símbolo del fuego, de la fuerza, del deseo y de la furia, pero también de la pasión, de la sensualidad y del amor.
Y es que una docena de rosas rojas es signo de un compromiso sincero y duradero, de un amor puro y, al mismo tiempo, apasionado.
El día de San Valentín se ha convertido en la fecha clave de todos los enamorados, una festividad que ha sido aprovechada por los comerciantes para aumentar sus ventas, fomentando el consumo de flores, bombones, joyas y regalos de todo tipo que se entregan como símbolo de amor y amistad.
Año tras año, cada 14 de febrero, los enamorados de cualquier punto del planeta aprovechan este día para demostrar su amor. Los tiempos cambian, las sociedades se modernizan y los regalos también. Los tradicionales peluches o cartas de amor son sustituidos ahora por relajantes masajes o románticos mensajes de móvil.
Y es que un ramo de rosas es el auténtico símbolo del amor: en las bodas, la novia siempre lleva un ramo de rosas; por otro lado, no hay una manera más sensual de demostrar amor que esparcir pétalos de rosa sobre una cama.
La rosa ha sido utilizada y cultivada desde el principio de los tiempos con cuidado, pues se la identifica como a la flor de la belleza, el amor y la pureza. Su suave y delicado tacto y su refrescante esencia la ha convertido en el tesoro más preciado, ideal para sellar un compromiso.
Doce rosas blancas, rosas, púrpuras, amarillas, azules, e incluso negras son siempre un regalo que no pasa de moda, aunque sin duda alguna, la verdadera protagonista del día de San Valentín sigue siendo la rosa roja.
El color rojo es el tono más cálido de la escala cromática, es el símbolo del fuego, de la fuerza, del deseo y de la furia, pero también de la pasión, de la sensualidad y del amor.
Y es que una docena de rosas rojas es signo de un compromiso sincero y duradero, de un amor puro y, al mismo tiempo, apasionado.
El día de San Valentín se ha convertido en la fecha clave de todos los enamorados, una festividad que ha sido aprovechada por los comerciantes para aumentar sus ventas, fomentando el consumo de flores, bombones, joyas y regalos de todo tipo que se entregan como símbolo de amor y amistad.
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