La polémica no se hizo esperar con la apertura de la temporada de bonificaciones para los banqueros.
En el Reino Unido, el malestar se agudizó porque incluía a las entidades que tuvieron que ser rescatadas con el dinero de los contribuyentes.
¿Es esto justo? Los grandes pensadores ya le han dado vueltas a esta misma disyuntiva.
¿Es justo pagarle a los banqueros altas primas?
Como explica el filósofo Mark Vernon, se puede buscar una respuesta de tres formas diferentes, según cada una de las tres tradiciones de la filosofía moral que dominan nuestra era.
Felicidad
La primera respuesta puede resumirse en una palabra: "felicidad". Ésta aparece asociada al filósofo británico Jeremy Bentham, para quien ante un dilema así, lo mejor es preguntarse qué hace feliz a más gente y reduce más el dolor.
¿Es el tamaño de las bonificaciones pagadas a los banqueros lo que molesta tanto al público?
El utilitarista podría subrayar que el crecimiento, la riqueza y el PIB contribuyen a la felicidad de todos. Y dependen en parte del buen funcionamiento del sistema financiero.
Los bancos, en retorno, necesitan que sus empleados generen beneficios. Si están mejor incentivados por la promesa de unos pagos, pues así debe hacerse. Indirectamente, harán a todos más felices.
El utilitarista además medirá cuánta indignación e infelicidad producen las altas primas entre la población. Así, podría llegar el momento en el que la felicidad generada por la rentabilidad de los bancos supere el descontento que despiertan los pagos a los banqueros.
Pero otra vez, los bancos son tan fundamentales en el sistema económico, y la economía tan importante para nuestra felicidad, que ese extremo parece difícil de llegar a ser alcanzado.
Dignidad
La segunda tradición puede llegar a conclusiones similares, pero por diferentes razones. También puede resumirse en una palabra: "dignidad", y está asociada al filósofo alemán Immanuel Kant.
El punto de partida es el respeto por los derechos de los empleados de los bancos de inversión. Los protegen sus contratos y estos dicen que deberían recibir grandes bonificaciones cuando de su trabajo resulten beneficios.
Además, los banqueros consiguieron su trabajo en un mercado libre y abierto al que otros también pueden concurrir.
Así que, quien piensa que está mal que reciban primas porque usted termina perdiendo -quizás porque le tocará pagar más impuestos-, una de las respuestas sería: cambie de carrera, hágase financiero.
El problema es que no cualquiera puede ser un banquero. Es más, los bancos existen para servir a la comunidad. Se supone que deben guardar nuestro dinero y prestarlo para facilitar que el proceso de generación de riqueza para el bien de todos.
Es decir, grandes bonificaciones agreden nuestro sentido del bien común. Y esto lleva a la tercera respuesta: virtud.
Virtud
En la antigüedad griega, el filósofo Aristóteles defiende que la justicia depende tanto del lugar en el que vives, como de si todo el mundo puede vivir bien: eso es el bien común.
Así que, una de las cosas que se deben considerar es si se sirve o no al bien común con altas bonificaciones para los banqueros.
Otra es pensar en las virtudes que las primas le inculcan a quienes las reciben. ¿Los hacen mejores banqueros?
Podría argumentarse que el exceso de incentivos ensombrece el buen juicio que requieren los más capaces ejecutivos de bancos de inversión.
En cambio de eso, alimentaron la ambición desenfrenada que provocó el colapso del sistema financiero en 2008. Según esta lógica, las bonificaciones ofrecidas a los ejecutivos financieros deben recortarse.
Tres argumentos, pues, y tres cuestiones que quedan en el aire:
- ¿Terminamos siendo más felices todos si los banqueros reciben mucho dinero porque así a los bancos les va bien?
- ¿Deberíamos respetar los derechos adquiridos por los banqueros que ganaron el dinero?
- ¿O deberíamos pensar más en el bien común y en cuál es el sentido de la existencia de los bancos?
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