Retomamos la discusión sobre el sexo de los ángeles. Habíamos partido casi de la certeza de que aquellos seres carecían por completo de órganos genitales. La conversación derivó hacia otros tópicos relacionados (arqueología, numismática, antropología) y ellos demostraron una erudición que apabulló a los de mi grupo. No faltó la relación platónica en la que se presume la existencia de un primer ser bisexuado y por esa senda desembocamos en la seguridad de que si la función hace al órgano, no tenían los ángeles por qué tener órganos genitales.
Alguien acotó que el vacío del cuerpo en el que naturalmente cabían esos órganos, debió ser ocupado por otro tipo de parénquimas e intuyó que quizás su falta de uso terminó por atrofiarlos, siendo reemplazados posteriormente por los órganos sexuales tal cual hoy los concebimos. En tal forma –apoyó el disertante- aquellos órganos desaparecidos quizás cumplieran los requisitos de una fisiología también sexual, pero diversa en el concepto engendrador que hoy supone.
La pregunta era obvia: ¿para qué servía aquel sexo primigenio de los ángeles, entonces? Dado que carecían de función reproductora deducíamos que el número de los ángeles era único y que su génesis debía ser buscada en el interior de otro enigma. Al arribar a este punto se plantearon nuevas conjeturas y un luminoso panorama de posibilidades pareció abrirse ante nuestros ojos. Era evidente que no cabía otra respuesta a la anterior pregunta sobre la razón del sexo primitivo. Por otra parte, la fisiología de aquellos presuntos órganos no suponía el acoplamiento, aunque esa particularidad no tenía nada que ver –se dejó sentado- con cualquier versión de hermafroditismo. Aquí comencé a entender menos.
Esto desagradó un poco porque según se opinó, lo que se ha idealizado de la función sexual es que requiere la participación del opuesto. Otro afirmó con tanta locuacidad como despiste, que esa condición nutre el espíritu de la solidaridad humana. Hasta allí las cosas eran claras, o por lo menos compartidas por la mayoría, pero un colega sentado frente a mí sugirió que el primitivo sexo bifásico de los ángeles pudiera haber servido para cumplir funciones biológicas ajenas a las que en la actualidad cumplen. Recalcitrante, su vecino de la derecha interrumpió la discusión alegando no sin razón que habíamos partido de la realidad de un ángel asexuado y que ahora divagábamos sobre la posibilidad de que el sexo de estos seres alados, fuera bipotencial.
Un colega repuso que la idea de que los ángeles fueran asexuados pertenecía al campo de la leyenda, como asimismo la particularidad de que hubieran sido seres volátiles.
-Entonces...¿de qué ángeles estamos hablando? –repuso el primero, encrespado- Ustedes paulatinamente han ido creando una imagen distinta a la que se fijó como origen del debate.
-Ya la Filogenia y Ontogenia han descartado la posibilidad de que los músculos pectorales y escapulares del hombre, pudieran haber sufrido un proceso regresivo a partir de un ser alado. De manera que resultaba imposible que los ángeles hubiera volado, por lo menos haciendo uso de un par de alas.
(Citáronse textos de Anatomía Comparada y desde Buffón a Latarjet, se gastaron decenas de apellidos)
-Yo creo que los ángeles tenían efectivamente sexo. Pero ese sexo, tal como se ha sugerido, no lo utilizaban para la procreación ni para el goce ya que pertenecían a una singular casta de inmortales. El sexo que poseían cumplía como es obvio, una función. Arriesgo la posibilidad –finalizó el primer orador- que sus glándulas generaban una hormona. Y que esta hormona, lanzada a la circulación por excitación de delicados mecanismos neurohumorales, permitía la visión de Dios.
Esta postura despertó a algunos de su modorra y otros solicitaron nuevas bandejas de café y agua mineral mientras unos negaron acaloradamente la presunción arriesgada, otros opinaron que ésa podía constituir una nueva e interesante posibilidad a explorar. Los que negaban aquella teoría no encontraban forma de explicar en qué momento se ponía en marcha el mecanismo ni cuál era el “primum movens” de la excitación.
Se habló mucho más después, pero a las tres menos veinticinco de la mañana el Presidente sonó una campanilla y se declaró cerrado el debate por lo que olvidándose de votar, cada diputado a su casita.

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